viernes, 29 de octubre de 2010

MISTICISMO DE LA RELIGIÓN

 PADRE  PIO  DE  PIETRELCINA

 
 
        Como católicos, debemos sentirnos orgullosos de contar con la vida ejemplar de un santo cuyo ejemplo, enseñanza y obrar marcó la espiritualidad del siglo XX. Nos referimos al Padre Pío de Pietrelcina, fraile franciscano que resultó ser, para muchos, piedra de escándalo y para otros, motivo de conversión y santificación. Heredero espiritual de San Francisco de Asís, el  Padre Pío ha sido el primer sacerdote en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión; es conocido en el mundo como el "Fraile" estigmatizado al que  Dios donó particulares carismas (conocimiento de conciencia, bilocación, inedia, don de lengua, entre otros), y que se empeñó con todas sus fuerzas por la salvación de las almas. 

        Llamado Francesco Forgione, nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la provincia de Benevento. Miembro de una familia muy humilde; su padre se llamó Grazio Forgione y su madre  María Giuseppe Di Nunzio.  A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión. Desde la tierna edad Francisco experimentó en sí el deseo de consagrarse totalmente a Dios y este deseo hacían que él se destacara entre los de su edad; sus parientes notaban que él era diferente. Su mamá Peppa contó en una ocasión: “no cometió nunca ninguna falta, no hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su padre, cada mañana y cada tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. Durante el día no salió nunca con los compañeros. A veces le dije: <Francì sal un poco a jugar>, él se negó diciendo: <no quiero ir porque ellos blasfeman>”. Del diario del Padre Agostino de San Marco in Lamis, quien fue uno de los directores espirituales del Padre Pío, se enteró de que el Padre Pío, desde el 1892, cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus primeras experiencias carismáticas espirituales. Los Éxtasis y las apariciones fueron tan frecuentes que al niño le pareció que eran absolutamente normales.
Con el pasar del tiempo, Francesco realizó lo que fue el más grande de sus sueños: consagrar totalmente la vida a Dios. El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, entró como clérigo en la orden de los Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910. Dio así, inicio su vida sacerdotal que a causa de sus precarias condiciones de salud, hizo que estuviera en varios conventos, luego, a partir del 4 de septiembre de 1916 llegó al convento de San Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se quedó hasta el 23 de septiembre de 1968, día en que naciera a la verdadera vida.

     Los muchos testimonios sobre su gran santidad  de Fraile, llegan hasta  nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud. Sus intercesiones providenciales fueron para muchos hombres causa de sanación en el cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu. Para el Padre Pío la fe era la vida; quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios”. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.

       Si le damos un vistazo a su espiritualidad nos daremos cuenta de que va muy acorde con lo pedido por la Virgen del Rosario del Pozo en sus mensajes: tenía un fuerte amor y mostraba gran adoración a Jesús Sacramentado, de ahí la forma intensa en la que celebraba la Santa Misa (“pediré un amor especial a mi Estrella Mayor, a mi Hijo, la Eucaristía” 4to. Mensaje); el rezo al Santo Rosario, rezaba y rezaba sin parar (“todo aquel que en estos momentos difíciles, todos los días rece cinco misterios del rosario” “Recen el santo rosario por la paz del mundo” 6to. Mensaje); llevó un arduo apostolado, aunque no pudo salir por años del convento, no paró de entregarse a Dios y a los demás de diversas formas (“la búsqueda de la conversión de los demás con un apostolado firme, constante y diligente”); aceptación y ofrecimiento de sus sufrimientos (“…se acercan los momentos de la gran prueba; el sufrimiento será necesario…” 2do. Mensaje); y una alegría y aceptación a los designios de Dios que contagiaba a los que le rodeaban (“vivir complacidos en una vida de alegrías sin fin, proporcionada por la gracia pese a la cruz y el sufrimiento” 4to. mensaje).  En este orden de ideas, desde muy pequeño, el P. Pio experimentó un amor muy grande por la Santísima Virgen María, su “mammusia” (“mamita”), como cariñosamente la llamaba. Una vez lo oyeron decir: “Quisiera que los días tuvieran 48 horas para poder redoblar los rosarios”. 3er. Mensaje.
 
Por años, de cada parte del mundo, los fieles fueron a este sacerdote estigmatizado, para buscar la fuerte intercesión de él ante Dios. Cincuenta años de experiencias  en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde el Padre Pío para mostrar el amor hecho obras, realizó dos iniciativas en dos direcciones: un vertical hacia Dios, con la fundación de los hoy llamados “grupos de oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la construcción de un moderno hospital: “Casa Alivio del Sufrimiento”.
En septiembre los 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50° aniversario de los estigmas aparecidos en el Padre Pío y para celebrar el cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración. Nadie habría imaginado que a las 2.30 de la madrugada del 23 de septiembre de 1968, sería el final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina.
Muchas han sido las sanaciones y conversiones concedidas por la intercesión del Padre Pío e innumerables milagros han sido reportados a la Santa Sede. El día 16 de junio del 2002, su Santidad Juan Pablo II canonizó al Beato Padre Pío. Es el primer sacerdote canonizado que ha recibido los estigmas de nuestro Señor Jesucristo.

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